Dicen que la belleza es una don de los dioses… hay personas que poseen este don y brillan con más fuerza que el resto de los mortales, su presencia es como el día, cuando la luz del Sol es tan intensa que impide la visión de las demás estrellas. Sin embargo, las estrellas que brillan de forma más intensa están condenadas a hacerlo por menos tiempo que el resto de sus hermanas… a veces, quizás demasiado.
En el despacho de Justin yace una joven de extrema belleza… hace poco que conoció al apuesto Príncipe y no tardo mucho en enamorarse de tan atractivo y galante seductor. La joven, conocida como una de las modelos más cotizadas de Ciudad Sinner arde de pasión, desea con toda sus fuerzas que Justin la posea… ahí está su galán, su Príncipe, y en unos instantes volverá a probar el extremo placer que sienten los mortales al ser “besados” por un inmortal.
Sus cuerpos se enlazan, pronto se encuentran desnudos sobre la elegante mesa de roble del despacho del Príncipe… sus movimientos son suaves, acompasados, elegantes, aunque al mismo tiempo también son salvajes y pasionales. Ya cerca al éxtasis que proporciona el orgasmo femenino, Justin hunde sus afilados colmillos en la suave piel de la joven… el placer es inmenso, exquisito, no hay nada igual… sin embargo, el “beso” se alarga más que en otras ocasiones, la angustia y el terror desfiguran el bello rostro de la modelo que siente como la vida escapa de su cuerpo… y la máscara de Justin desaparece, ya no es bello, ya no es atractivo, ni siquiera agradable… es un rostro repulsivo, el rostro de la muerte, su propia muerte, al fin el vástago revela su auténtica naturaleza… su naturaleza maligna, el rostro de un demonio… es lo último que la joven contempla antes de morir… desangrada…
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